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mayo 17, 2018

Día 2 - Aterrizando en Tokyo, tren a Kyoto y perdiéndonos en Gion

Al fin se empieza a vislumbrar claridad por las ventanas del avión y es que al fin estamos llegando a Narita, el aeropuerto internacional de Tokyo.

Una vez hemos desayunado en el avión y acabamos de aterrizar, compruebo que por suerte, sigo pudiendo mover las piernas y no he perdido la capacidad motora de mi cuerpo.

Nuestro de día de hoy es un poco día de transición, aunque espero llegar lo antes posible a Kyoto para poder aprovechar al máximo mi tiempo en Japón.

Ya bajando por las escaleras mecánicas, vemos los primeros dibujos manga en el aeropuerto dándonos la bienvenida a Japón. Sin lugar a dudas este género levanta pasiones en Japón y en otras muchas partes del mundo, y de hecho el propio Tokyo tiene un maravilloso barrio llamado Akihabara (antiguo barrio de la electrónica) que ahora mismo se ha convertido en una fusión entre electrónica y manga y anime.

Una vez llegamos a inmigración, ya empezamos a ver lo terríblemente eficientes que son los japoneses. No solo hay apenas colas, debido a la gente atendiendo la entrada al país, sino que la persona que me hace el visado, creo que es la que más rápida lo ha hecho jamás, por lo que en poco minutos, estoy listo para coger mi maleta e ir hacia las dos cosas que tengo pendientes en el aeropuerto: cambiar algo de dinero y sacar mi JR Pass.

Me dirijo primero hacia la oficina de cambio, donde un señor muy amable, tras preguntarme un montón de cosas de España y sobre qué pensaba visitar de su país, me cambia los suficientes yenes para no pasar apuros en el caso de que haya problemas de usar la tarjeta en el país.

Posteriormente me muevo hacia donde está ubicada la oficina de la Japan Railway Company, donde con mi reserva que hice desde Internet, me dan inmediatamente mi JR Pass y me gestionan mis asientos para llegar hasta Kyoto (es mucho mejor que les pidáis que los gestionen ellos directamente, para que os den asientos reservados y no tengáis que estar buscando asiento en los vagones no reservados del Shinkansen).

Nuestra ruta es ir desde Narita a Shinagawa en el tren Narita Express. Y posteriormente coger el tren Hikari 517 de Shinagawa a Kyoto.





Por suerte, aunque los billetes están escritos en japonés, también traen partes en inglés, por lo que te sirve bastante para saber qué coche tienes y tu asiento. Pero sí es verdad que al principio, puede ser un poco lioso moverse por las estaciones de tren. Dado que aunque tienen muchas partes señalizadas en inglés, son descomunales y con tanta gente que a veces es fácil perderse. Por ello si tenéis algún problema, símplemente mostradle vuestro billete a cualquier personal de la compañía y os guiarán de la mejor manera posible hasta vuestro tren.

Compro algo antes de subirme al tren, para poder ir comiendo por el camino y me paso los dos trayectos de tren, pensando en todas las cosas que me quedan por ver en el viaje, y disfrutando del paisaje.



De hecho aprovecho para observar a la gente, y me quedo sorprendido. Resulta que los revisores del tren, cada vez que entran en el vagón, o salen de él, tienen que saludar inclinándose ligeramente hacia las personas que estamos viajando en ese vagón. Y es que amigos... Japón es la cultura del respeto por antonomasia.

Por otro lado, pasan carros por los vagones por si quieres comprar algo para comer o para picotear, lo cuál es bastante útil si no quieres cargar con muchas cosas de comer.

Otra cosa curiosa, es el tamaño de los trenes. Los trenes son muyyyyyy largos, y además de eso, pasan con una periodicidad muy muy corta (no en vano hay muchos trenes que serían el equivalente al AVE en España, que llevan vagones donde no es necesario reservar el asiento, sino que te subes y lo pagas allí dentro) y es que realmente el sistema ferroviario es muy eficiente en Japón.

Una vez llegado a Kyoto, lo primero que hago es dirigirme hacia mi ryokan, pasando por delante de la icónica torre de Kyoto (reconozco que no es monumentalmente la cosa que más me llamó la atención del viaje, pero es bastante icónica para todos los que hayan estado allí).


Llegamos al ryokan, y la señora sin hablar nada de inglés, me indica que no sabe usar el datáfono y que ya me cobrará otro día su marido usando la tarjeta. Y me muestra mi habitación, donde hay un futón en el suelo, un yukata para mí y sobretodo me hace mucho hincapié en que no vaya con zapatos por dentro de la casa, sino que debo usar unas zapatillas que tienen listas a la entrada del ryokan, y que dentro de la habitación ni eso. Debo ir descalzo en calcetines.

Me acomodo, y como hace bastante frío fuera (es invierno y rondaremos entre 3 y 4 grados), voy a subir más el aire, cuando descubro que... ¡¡El mando está en japonés!!! (No sabéis el tiempo que estuve enredando para lograr ponerlo a mi gusto)



Pero como aún no es tarde del todo, decido salir a dar un corto paseo y cenar algo. Para ello decido dirigirme al barrio de Gion, conocido sobre todo por sus geishas, las cuales quizás tengáis la suerte de ver por la calle. Por desgracia, me sorprende que la calle está bastante vacía pese a ser temprano, por lo que después del cansancio acumulado, decido cenar en una cadena típica japonesa cercana al alojamiento.



El proceso es bastante sencillo. Hay una máquina, donde tu vas seleccionando todo el menú y pagas en efectivo o con tarjeta, tras lo cual se te da un par de tarjetas con lo que has comprado y que intercambias en el mostrador. Este estilo de restaurantes es muy típico de Japón, donde de hecho veréis que la mayoría de sitios están pensados para comer en solitario, en lugar de por parejas (lo que es más típico de aquí).

Así que disfruto ya del primer ramen, y me tomo un poco de sopa de miso para aclimatar el cuerpo. También descubro, que tienen una especie de té verde en hielo, que te puedes servir todo lo que quieras como bebida. Una vez satisfecho, volvemos al ryokan.






Y finalmente en el ryokan, tras la paliza, decido ponerme el yukata, que es un kimono hecho de algodón, típico de Japón, que la gente usa para dormir, vamos, lo que sería nuestro pijama, pero en cool oriental. En todos los alojamientos tuve la suerte de que me pusieran uno, y la verdad, es que... ¡La experiencia así, gana mucho en autenticidad!


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