Ginza es una de las zonas de Tokyo donde se concentran las grandes marcas, boutiques, etc. Pero como una vez más he madrugado mucho, no se ve tampoco demasiado ambiente. Diría que de noche, seguramente es mucho más espectacular (como casi todo en Tokyo, que suele estar iluminado de una manera muy característica).
Aquí cometo la primera locura del viaje, no se me ocurre otra cosa que darme un paseo hasta... !Odaiba¡
Al principio pensaba que la distancia no sería tan larga, pero conforme iba andando y crucé alguno de los puentes colgantes que hay alrededor de Tokyo, me di cuenta de que la idea había sido una auténtica locura. Hacedme caso. Usad el metro.
Tras dos horas de caminata, me dispongo a ver algunas de las cosas más interesantes de Odaiba. La primera de todas es el Rainbow Bridge (Puente Arcoíris), que debe su nombre a que es muy parecido al famosos puente de Brooklyn, con la particularidad de que se ilumina como un arcoíris de noche.
También se encuentra la réplica de la Estatua de la Libertad (sí, ya veréis que no es el único monumento que tienen como réplica) y el peculiar edificio de la televisión Fuji TV.
Después me dirijo hacia otro icono de la ciudad de Tokyo: El guerrero Gundam.
Este guerrero gigantesco, que se ubica a la entrada de un centro comerial, hace pases moviendo los brazos e iluminándose, cada cierto periodo de tiempo.
Una vez hechas las fotos pertinentes al espectáculo, dudo si ir al Legoland (una especie de museo gigantesco lleno de Legos), pero había leído en algún foro que si ibas solo y sin niños, te miraban un poco raro, e incluso había personas que no habían podido entrar por eso, por lo que me voy al Museo Miraikan.
¿Qué decir de un museo como esté en Japón? Pues aparte de una bola digital del mundo colgada del techo (que es preciosa), hacen pases del robot Asimo (merece la pena verlo), tienen desde salas donde explican cómo funcionan las células madre, hasta una réplica de un minisubmarino donde puedes entrar. La verdad es que merece la pena si os gusta la ciencia.
Tras la visita, como tengo hambre, pongo rumbo hacia el mercado de Tsukiji, alrededor del cuál se encuentran un montón de restaurantes y puestos de sushi (no en vano es uno de los mercados de pescado más grandes de la ciudad). También es posible madrugar mucho e ir a la hora a la que subastan el atún, pero ya os digo que hay que madrugar mucho mucho mucho y además llegar pronto, puesto que ahora limitan el aforo de persona ajena al mercado donde entrar.
Veo que hay un puesto de sushi con una anciana apacible, y mezcla de imaginarme una jubilación haciendo sushi en mi tiempo libre, que realmente tenía hambre y parecía simpática la señora, le compro algo de sushi para llevar y comerme en un parque cercano.
Luego me acerco a ver la Torre de Tokyo (que sorprendentemente me recuerda a un monumento famoso, pero no caigo... ¡Que no hombre, que ya sé que se parece a la Torre Eiffel!)
Una vez dejado atrás el sentimiento parisino, voy a otro de los barrios más auténticos de la ciudad: Harajuku. Este barrio tiene la particularidad de que podemos encontrar tiendas de las diferentes tribus urbanas que se encuentran en la ciudad. Aquí igual te encuentras a una lolita, que a una persona haciendo cosplay, aquí todas las vestimentas tienen cabida.
Entro en un Daiso, que es un "todo a 100 yenes" de varias plantas, pero la verdad es que al final no acabo viendo nada que merezca la pena. Me defraudó un poco.
Una vez hecho esto, y tras frustrarse el encuentro con mi amigo Patxi, que estaba por Tokyo y con el que planeábamos ir al restaurante de Alicia en el País de las Maravillas (sí, como lo oís, hay un restaurante con esa temática en Tokyo), me voy dando un paseo hacia Shinjuku, que no me agobia tanto como ayer...
Y decido volver al hostel, a dormir como un lirón, que mañana toca... ¡La bonita Kamakura!
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