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julio 11, 2018

Día 4 - Nara y Fushimi Inari

Me levanto de nuevo bastante temprano y me dirijo a la estación de trenes a coger el tren a Nara.

A esta hora el tren bala no funciona, por lo que cojo otro tren que tarda 77 minutos, lo cuál no es un problema, porque es bastante pronto y tenemos tiempo de sobra. Lo bueno de tener el JR Pass como ya comenté, es la facilidad para poder coger un tren u otro, a tu gusto y sobre la marcha.

Una vez llego a Nara me dedico a vagabundear puesto que no han abierto aún el templo Kofukuji, por lo que empiezo a juguetear con los ciervos, comprando galletas que te venden en puestos a lo largo del parque.




La verdad es que el entorno de Nara es algo precioso, diferente de cualquier sitio en el que hayas estado, debido a la presencia de templos a tu alrededor, junto con ciervos en libertad, que se te acercan para que les des de comer. Como lleves una de las galletas que les gustan, te las huelen hasta dentro del abrigo y te seguirán, pero tranquilo, no son peligrosos.

Impresiona, además, ver el respeto que hay hacia los ciervos, puesto que aunque ellos crucen por en medio de la carretera para ir de un lado a otro del parque, todos los coches paran y esperan el tiempo que haga falta a que pase el ciervo (sin bocinazos, ni malas maneras).





Una vez empiezan a abrir los templos, me dirijo al Todaiji, que diría que es el templo más famoso de Nara, y además con merecida justicia. Es un pabellón gigantesco, que impresiona ya verlo de lejos, y que por dentro es enorme. Si mal no recuerdo tiene el Buda cubierto más grande del mundo.

Todo esto unido a la presencia de ciervos por los jardines, le dan a la escena un toque tremendamente especial.



Después de nuevo compro galletas para los ciervos (es divertidísimo hacerse fotos con ellos, o sacar vídeos cuando se te empiezan a acercar ocho porque estás dando de comer a alguno) y me dirijo hacia los templos Ningatsudo y Sangatsudo,  y viendo un poco lo curioso que son los cementerios japoneses, puesto que hay alguna tumba, decido ir ya al Kasuga Taisha.,

El Kasuga Taisha es bonito, aunque un poco soso al no poder entrar, pero creo que ir de día no le hace justicia respecto a lo que debe ser de noche, con todos los farolillos de su alrededor encendidos.




Una vez hecha la visita, me voy dando un paseo de vuelta hacia el Kofukiji, y tras verlo y hacer algunas fotos, me muevo hacia lo que es el centro urbano, donde había leído que hay una tienda de kimonos de segunda mano. La verdad es que los que vi estaban en un estado muy deplorable, y no pensé que me mereciera la pena comprar uno. Si os hace ilusión, quizás es mejor elegirlo a vuestro gusto y comprarlo nuevo, pero ojo que los kimonos nuevos, tampoco son baratos.



Me doy una vuelta por el barrio de Naramachi, que es famoso por el estilo de las casas y me como un sandwich y un maravilloso tonkatsu (que es un filete de cerdo empanado, y que está buenísimo). Por último encuentro a unos alegres japoneses que están haciendo mochi en la calle y lo pruebo. El espectáculo de verles haciendo el mochi con una máquina, dándole golpes a la masa, es realmente pintoresco.




Una vez hecho esto, me pongo en rumbo hacia el Fushimi Inari, que es uno de los rincones más conocidos y emblemáticos de Japón. Es un templo que se haya en el monte Inari, y que se caracteriza por los infinitos torii, que forman paseos para que vayas a través de ellos. El paseo si queréis subir hasta la cima del monte Inari, es realmente largo, pero merece la pena por las vistas que hay arriba, sobre todo cuando anochece.



Además, es una buena idea quedarse hasta que anochezca, puesto que todos los diferentes torii del Fushimi Inari se van iluminando con lámparas, lo cuál hace que la atmósfera y el paseo, sean una experiencia única.



Yo la verdad es que me recorrí entera la subida, y para descansar, porque ya os digo que el monte es alto y hay alguna cosilla que ver, me bebí en lo alto una Sapporo mirando a lo lejos la puesta de sol sobre Kyoto, uno de los recuerdos más bonitos que me traigo de Japón. (Sí, la Sapporo después de tanta cuesta me supo a gloria).



Una vez logro bajar de nuevo hacia la estación de trenes, tomo el tren con camino a Kyoto, donde intento encontrar un famoso puesto de gyozas que hay en la estación, pero que fui incapaz de encontrar, por lo que al final compro algo para llevar al hostel y acabo cenando allí.

Mañana... Continuamos recorriendo los templos de Kyoto!

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