Habíamos hecho los deberes sacando con antelación el tren para ir de Viena a Bratislava en la web oficial de los ferrocarriles austriacos.
Por lo que llegamos a la estación central de Viena (Wien Hbf) y buscamos la vía de nuestro tren a Bratislava. Desayunamos mientras llega el tren unas galletas que compramos el día anterior y nos montamos de los primeros en el tren.
Es importante que sepas que salvo que pagues la reserva de asiento, los trenes en Centroeuropa no son como estamos acostumbrados en España y no llevas el asiento asignado. Es decir si va mucha gente es posible que tengas que ir de pie, por eso vete temprano y busca los asientos que están sin asignar o bien si vas en temporada alta, gasta unos euros más para ir sin preocupaciones.
Una vez en el tren, vemos que hace un montón de niebla y de frío fuera. Pinta un día un poco malo metereológicamente, pero espero que al menos no nos llueva.
Llegamos a Bratislava (estación Bratislava Hlavna Stanica) tras una hora de viaje y llega una de las mejores anécdotas del viaje. A veces soy un poco despistado y no sé por qué pensaba que en Eslovaquia, como en República Checa y Hungría, no iban a aceptar euros... ¡Y resulta que es su moneda oficial!
Imaginad mi cara cuando le digo a Claudia en la estación al ir a dejar nuestro equipaje en un Locker: "fíjate cuánto turismo viene aquí que el Locker está con euros y los autobuses también!"
Decidimos no coger el autobús y acercarnos dando un paseo al centro, nuestra primera visita va a ser el castillo. Pero resulta que cuando llegamos estaba con tanta niebla que no se veía ni el río, ni el puente del UFO (lo veremos más adelante), ni nada.
Así pues, como las exposiciones del Castillo no nos interesaban mucho, decidimos darnos una vuelta por el casco histórico.
Vemos la puerta de San Miguel, dónde Claudia me cuenta la historia de que si pasas por encima de la marca del kilómetro cero de Eslovaquia hablando, mueres en el transcurso de un año y un día, pero que viendo la cantidad de gente que pasa a cada instante de cháchara, no parece que sea verdad (afortunadamente).
En general el casco histórico diría que es lo más bonito de Bratislava, ver las casas de colores, darte un paseo cerca del ayuntamiento (supuestamente debía poderse subir a una torre y ver las vistas de la ciudad, pero no vimos cómo).
También es imperdible la muy bonita iglesia azul (Santa Elizabeth) que hay un poco alejada del centro, pero a la que también se puede llegar andando perfectamente.
Fuimos a comer a un restaurante típico llamado Pulitzer en el que tomamos una sopa muy parecida a las sopas de ajo (sopa de mondongo) y unos ñoquis típicos de Bratislava (llamados Halušky), con bacon por encima. Muy bueno, todo regado con una cerveza típica llamada Saris.
Después decidimos acercarnos a ver las diferentes estatuas que hay en la ciudad, la más famosa yo diría que es el señor que sale de la alcantarilla (conocido con el nombre de Čumil), está también Hans Christian Andersen, pero algunas de las que había las han quitado. Deben estar en restauración igual que la fuente de Maximiliano.
Nos damos un paseo también por calles decadentes y con un toque especial como son Kapitulska, Prepostka, Farska o Navisku.
Para acabar, tras una pausa merendando (una tarta de oreo en una pastelería buenísima llamada Mon dieu), hacemos una visita a la catedral de San Martín y decidimos darnos una vuelta por la muralla y acercarnos al castillo. Donde esta vez la niebla sí permite ver el río y el puente del UFO (conocido así por su forma de platillo volante) durante el camino.
Vamos dando un paseo hacia la estación de tren y allí esperamos una hora hasta coger el tren a Praga, donde una vez más los asientos no van reservados y pese a que van muchos estudiantes a Brno, tenemos suerte de que podemos ir sentados todo el camino.
Llegamos a la estación de tren y desde allí vamos andando en 10 minutos a nuestro hotel.
Dado que es medianoche prácticamente, nos centramos en descansar y coger energías para nuestro siguiente día, que será ya en Praga!
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