Las citas hay que reservarlas con antelación y las hay en diferentes idiomas, en nuestro caso elegimos la visita en castellano y nos encontramos ya en los alrededores con unos cuantos españoles que estaban ya buscando dónde se acudía a las citas.
Aquí puedes encontrar la web oficial para comprar las entradas por adelantado.
Lo primero que nos sorprende de Budapest es lo maravilloso que es su Parlamento. En nuestra opinión es uno de los edificios más espectaculares que nos encontramos en el viaje, no en vano, según la guía, por dentro se gastaron tanto dinero en oro, mármol y materiales de construcción, que con ese dinero se podría haber construido una ciudad para 300.000 personas.
También nos resultó curioso que hay unos recipientes de oro numerados, que era donde los diputados dejaban los puros cuando había un descanso en la sesión.
Nos despedimos del Parlamento que nos parece espectacular y nos vamos dando un paseo por la orilla del Danubio. En frente tenemos la antigua ciudad de Buda, que visitaremos mañana, donde podemos encontrar el Bastión de los Pescadores, que es otro sitio precioso.
Durante el paseo por la orilla nos vamos a encontrar varios monumentos icónicos. Primero nos vamos a encontrar el monumento de los zapatos. Uno de los monumentos más tristes de la historia reciente de Budapest, erigido en recuerdo a las victimas del nazismo, que fueron ejecutadas sobre el río Danubio. Suelen recomendar verlo de noche, aunque es también sobrecogedor de día.
Otro es la sirenita de Budapest, también llamada el duende, y que la verdad, a mi se me parece más a un duende que a una sirena.
Y cómo no, un clásico, el Puente de las Cadenas, que conecta Buda con Pest y que es el puente más famoso de a ciudad.
Tras el largo paseo, comenzamos a tener hambre y nos ponemos en busca de sitios para comer, como por ejemplo el Mercado Central. Este bonito mercado, está lleno de carnicerías, tiendas de verduras y de frutas, puestos de salami húngaro, pero también tiene puestos donde comer y a verdad es que por dentro tiene un ambiente muy auténtico, os recomendamos visitarlo, porque además es precioso.
Pasamos por el hotel para recoger los trajes de baño (y aquí viene uno de nuestros fallos, olvidamos coger las toallas) y nos dirigimos al Balneario Gellért en el tranvía.
Estos baños son más pequeños que los Széchenyi, pero os los recomendamos tremendamente (nosotros fuimos a ambos). Pero sobretodo dos cosas: id con vuestra toalla, porque el alquiler es una clavada y si se os olvida, os diría que la compréis en un Decathlon como hicimos nosotros. Y la otra es que intentéis ir en días de diario a los baños. Tuvimos la suerte de visitar estos baños un jueves, y comparado con los otros que los visitamos en sábado, fue notable.
En los baños os darán una pulserita con la que podréis pasar a la zona del balneario. Allí primero os cambiareis y usaréis la pulsera para guardar en una consigna vacía vuestra ropa (de esta manera solo con vuestra pulsera se puede abrir después) y una vez hecho esto, ya solo os queda disfrutar.
Por cierto un último consejo, llevad una toalla diferente, cuanto más cantosa mejor, porque hay muchas toallas parecidas y es fácil que alguien se equivoque (no sé si aposta o no) y tengáis luego un problema.
Después de disfrutar de la tarde y relajamos, vamos a casa a la ducha y cenamos en uno de los restaurantes de la zona, el Frici Papa, donde comimos un goulash y pollo al curry a un precio bastante barato.
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